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La Preservación de la Capa de Ozono y el Protocolo de Montreal

El Protocolo de Montreal relativo a las sustancias que agotan la capa de ozono fue diseñado para reducir la producción y consumo de sustancias que agotan la capa de ozono reduciendo su abundancia en la atmósfera protegiendo la capa de ozono de nuestro planeta.

El Protocolo de Montreal original fue negociado en 16 de septiembre de 1987 (entrando en vigor el 1 de enero de 1989) y, por esta razón, en 1994, la Asamblea General de Naciones Unidas proclamó el 16 de septiembre como el Día Internacional de la Preservación de la Capa de Ozono.

La capa de ozono es una región atmosférica ubicada entre los 15 y los 35 km de altura, abrigando cerca de 90% del ozono de la atmósfera, desarrollando una función esencial para la supervivencia de todas las especies, filtrando la radiación ultravioleta, evitando su absorción perjudicial a los organismos y el comprometimiento del plantío.

Sin embargo, el perfecto equilibrio entre la formación y destrucción del compuesto de ozono, por el uso extensivo de diversos compuestos, desde los años 30, se ha roto, ocasionando en un desgaste progresivo en la capa de ozono.

Pero fue en 1985 que los científicos descubrieron un enorme agujero en la capa de ozono sobre la Antártida, emitiendo un alerta mundial, reforzando estas preocupaciones que ya estaban en alta.

Los procesos químicos, juntamente con el aislamiento de masas de aire antárticas, favorecen la acumulación de cloro y bromo activos y la destrucción de la capa de ozono justamente en la parte del mundo en que no había ninguna emisión de los compuestos que son perjudiciales. Además, se observó la disminución de la cantidad de ozono, de alrededor de 3% cada década, y la aparición de otros agujeros en las latitudes altas del hemisferio norte.

Las medidas de control y prohibición del uso de compuestos destructores de ozono, con el Protocolo de Montreal, cada vez más rígido en sus enmiendas, ha contribuido, evitando la destrucción de la capa de ozono y, el 16 de septiembre de 2009, la Convención de Viena y el Protocolo de Montreal se convirtieron en los primeros tratados de la historia de las Naciones Unidas en lograr la ratificación universal.

Otro destaque que posee el Protocolo de Montreal es el hecho de ser uno de los primeros acuerdos ambientales en reconocer el principio de precaución, con la adopción de decisiones dirigidas a la prohibición de compuestos que agotan el ozono, incluso antes de que se fabricaran comercialmente.

Además, el Protocolo de Montreal es una de las primeras y más amplias aplicaciones del concepto de responsabilidades comunes pero diferenciadas, definiendo un período de gracia de entre 10 y 15 años a los países en desarrollo, antes del plazo de cumplimiento de sus obligaciones y la posterior asistencia financiera y técnica, ayudando en la ejecución de todo aquello a que se han comprometido.

El Protocolo es uno de únicos que ha logrado, con éxito, la tarea de presentación de informes y cumplimiento de las medidas establecidas, en que las Partes deben presentar, anualmente, un informe de producción, importación y exportación de las substancias en que hubo el comprometimiento de reducción y eliminación, pasando por el Comité de Aplicación, responsable por examinar  y controlar lo que está previsto en el protocolo.

Adicionalmente, el Protocolo contiene una disposición para responder a la evolución de la ciencia y acelerar la eliminación de sustancias que comprometen la capa de ozono, sin que exista la necesidad de enfrentar el largo proceso relacionado con la ratificación nacional para la enmienda del tratado, además de incluir una disposición facilitando añadir nuevos productos químicos.

El tratado define compromisos jurídicamente vinculantes, con objetivos y plazos concretos para eliminar prácticamente unas 100 sustancias con potencial de destrucción de la capa de ozono. En razón del grado de aceptación e implementación, el tratado es considerado como un ejemplo de cooperación internacional.